domenica 13 aprile 2014

Alvaro Mutis

Ha fallecido Alvaro Mutis a los 90 años. Novelista, poeta, ensayista, toda la obra de este escritor establece vasos comunicantes. Forma parte de una familia de autores, no de escritores a secas, o sea, aquellos que han construido una obra diferenciada e intransferible, admirable, digna de amarse pero imposible de imitar. Mutis se siempre, y en todos su libros, otro y él mismo de manera que cuando uno abre un libro suyo que no conocía, sabe de antemano el clima y los motivos que va a parasitar. He aquí algo que caracteriza a los autores genuinos, o sea, los que han creado un universo que es de ellos y de nadie más y que nos alimenta a quienes hemos amado esos textos revelando aspectos a veces desconocidos, pero acaso esenciales, de nosotros mismos. Esta fidelidad a sí mismo es una constante en la obra y la persona de Mutis.

Uno de los mayores poemas de Mutis, “Una calle de Córdoba” tiene su epicentro en lo que oyó decir a un chofer de esa ciudad andaluza, a un mismo tiempo romana y mora: “El peligro está donde está el cuerpo” que esencializa la vocación espiritual y trascendente del poeta que sabe que el cuerpo sólo importa en la medida en que ha sido transfigurado por el alma como Córdoba renace en su identidad verdadera cuando es tocada por la palabra que nos revela su fondo y el porqué de su permanencia:
La certidumbre de que en esta calle, en esta ciudad,
En los interminables olivares quemados al sol,
En las colinas las serranías, los ríos, las ciudades, los
Pueblos, los caminos, en España, en fin,
Estaba el lugar, el único e insustibuible lugar en donde
Todo se cumpliría para mí
Con esta plenitud vencedora de la muerte y sus astu-
Cias, del olvido y del turbio comercio de los hombres.
Y ese don me ha sido otorgado en esta calle como
Tantas otras, con sus tiendas para turistas, su heladería,
Sus bares, sus portalones historiados,
En esta calle de Córdoba, donde el milagro ocurre,
Así, de pronto, como cosa de todos los días,
Como un trueque del azar que le pago gozoso con las
Más negras horas de miedo y mentira,
De servil aceptación y de resignada desesperanza,
Que han ido jalonando hasta hoy la apagada noticia
De mi vida.
Todo se ha salvado ahora, en esta calle de la capital
De los Omeyas pavimentada por los romanos,
En donde el Duque de Rivas moró en su palacio de
Catorce jardines y una alcoba regia para albergar a los
Reyes nuestros señores.
Concedo que los dioses han sido justos y que todo
Está, al fin, en orden.
Al terminar este jerez continuaremos el camino en
Busca de la pequeña sinagoga en donde meditó Maimóni-
Des
Y seré, hasta el último día, otro hombre o, mejor, el
Mismo pero rescatado y dueño, desde hoy, de un lugar
Sobre la tierra.
Sincretismo y alternancia, las variaciones sobre el sí mismo y el ser humano debitario de una grandeza insuflada que lo remite al Ser del que todo lo bueno, lo verdadero y bello permanece. Y tengo para mí como un recuerdo entrañable la dedicatoria que en ese libro,”Crónica regia y alabanza del Reino” escribiera Alvaro Mutis en mi ejemplar: “Para Francisco Prieto, este homenaje a una tierra que se nos está deshaciendo en el progreso, su amigo y lector devoto, Alvaro Mutis,3-2-93”.
Ligado a la Tierra y desde la Tierra a la Eternidad sin la cual nada tendría sentido, Mutis nos hace presente que nada tiene consistencia si nos limitamos al puro presente, a la inmanencia, al vaciamiento de aquello que permanece en el cambio, como si Heráclito sólo fuera inteligible desde Parménides y éste una aberración sin el devenir heraclitiano que no puede ser sino el despliegue de las potencialidades del ser que se resuelven, finalmente, en la esencia inmutable.
Asi, las narraciones de Mutis esplenden desde esa perspectiva de ser y movimiento. Y el personaje que protagoniza sus novelas y cuentos, Maqrol el gaviero, en los distintos mares del mundo se llena de matices, de revelaciones insospechadas de su ser paseando una mismidad que asume y carga como todo hombre serio instalado, empero, en un mundo que ha dejado de serlo.
Nacido en Bogotá, criado en Bélgica con veranos ardientes en los Andes y la costa colombiana, Mutis ha sido consciente de la necesidad de todo iberoamericano de compromiso con el ecumenismo. En su artículo dedicado a un notable novelista argentino, José Bianco, hoy un tanto olvidado, escribe:
Curioso destino el de José Bianco. Impulsor y secreto orientador de la más importante revista literaria que se haya editado en América Latina, Sur, él mismo, sin embargo, se ha limitado a publicar con cansado desdén, dos libros de ficción y, ahora, una selección de ensayos. Pero sucede que uno de aquellos libros, la novela “La pérdida del reino” pasó casi inadvertido porque se publicó en 1972 cuando la histeria del boom llegaba a sus más lamentables excesos. No se supo leer con cuidado este libro inquietante y riquísimo en donde, detrás de la anécdota de por sí ya cargada de una densa y proliferante sustancia hecha de personajes y situaciones para siempre inolvidables, fluye y se manifiestan, con terrible evidencia, la imagen y el más cierto sentido de nuestra condición de criollos, de “hombres de dos mundos”, con todo lo que significan de esterilidad, desconcierto, ambigua identidad e inevitable signo de prematuro deterioro. Nadie había tenido el valor de ahondar y sacar a la luz estas señales recurrentes de un destino cuyo rostro suelen evitar, por obra de esa misma condición de criollismo, hasta los más sagaces y escépticos entre los grandes de ese tropical florecimiento de nuestras letras que los lelos dieron en llamar el boom.”La pérdida del reino” es un libro incómodo para el lector avisado de estas repúblicas porque pone de manifiesto con una claridad y una riqueza excepcionales estos signos de nuestro ser”.
Y en ese tenor de la experiencia poética de la pérdida del reino, Mutis escribe dos de sus novelas breves mayores: “El último rostro”, recreación magistral de Simón Bolívar ante la muerte donde desde su vulnerabilidad encuentra el estratega que toda contingencia es superada por la conciencia íntima y asumida de destino, y “Antes de que cante el gallo”, donde se revela San Pedro en su caída que no puede ser total por la luz de lo vivido.
Ha muerto Mutis y su obra pervive entre nosotros, una obra siempre fiel a los Trascendentales del ser. Amante del Dante, de Baroja, de Conrad, de Mauriac y de Montherlant, Alvaro hace presente al latinoamericano heredero y continuador de sus orígenes.
FRANCISCO PRIETO, 2013
(c) pocherighe.org

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