venerdì 1 giugno 2012

E chiamarmi Giovanni

No es el  tú de Montale. Para el relato bíblico aquel que abría los brazos era un padre, imagen de Dios, del Misterio, que en boca de Jesús tomaba el rostro de Padre para toda la humanidad. Dentro del poema, este es el sentido de ese Tú, con mayúscula. Por lo tanto, es un Tú fiel: “[…] e le Tue braccia / aperte / credono al mio ritorno”. Sí, es un Tú que espera con los brazos abiertos, que no pide sino el corazón:

TU CHE IO VOLLI
E sarà l’ottavo giorno,
quando non avremo più parole da dirci.
Quando si sfoglieranno
i libri dell’infamia.
Tu chiederai, guardandomi, un fardello
che io non avrò: l’amore.
Io lo so. In faccia a me
abbraccerai – Tu, che io volli – pezzenti,
ubriachi e sgualdrine.

El octavo día ya no habrá nada que decir, se abrirá el libro de las infamias y se pedirá cuentas de lo mucho o poco que se haya amado, porque mucho se le perdona a quien mucho ama, dijo una vez Jesús y acogió a la así llamada pecadora pública, que había dado muestras de un gran amor.  He aquí porque Giovanni escribe: “[...] abbraccerai – Tu, che io volli – pezzenti, / ubriachi e sgualdrine”.Ahora bien, puede ser aventurado, pero la cuestión entre forma y fondo, espíritu y materia, se asoma por entre las rendijas; aunque no es un asunto problemático: a diferencia de quienes cantan la desilusión de la no realización (inevitable recordar la lapidaria sentencia de Sartre: “El hombre es el deseo de ser Dios fracasado por anticipado”), Riva canta la necesidad de que se realice: no da por hecho ni lo uno ni lo otro.

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