martedì 9 marzo 2010

Caín y Abel, una promesa de vida.


Después de la manifestación cultural tonalestate la obra “Caín y Abel” de Mrac Chagall tendrá que verse con ojos diferentes. El pintor recogiendo la esencia de las cosas recoge en realidad sí mismo y, si vemos todo el arco de vida en el cual vivió Chagall, vemos como la humanidad, “desde que el mundo es mundo, son muchas, son muchísimas y siempre las mismas las formas con la cual el hombre arremete contra el otro hombre, cuando ha decidido vivir la salvaje indiferencia a las leyes del ser.” La obra del artista, en sus colores vivos y armoniosos, con sus cuerpos en una dramática danza teatral, como en una incomprensible paradoja él, narra el asesinato de los asesinatos y el símbolo para muchos de la violencia humana sobre el mismo humano, y aquí, podemos decir que el arte en realidad sirve para “encontrar” y da al hombre la capacidad de encontrar, de responderse a una pregunta que todos tenemos como grito interno, y así, de regresar a sí mismo. En un cierto sentido el artista o quien tiene una cierta capacidad para contemplar la realidad, este proceso de darse una respuesta, de buscar una respuesta, emerge en el encuentro de su propia esencia, algo que en realidad él no lo es todos los días, más bien este nuevo “yo”, es algo que está en su más profundo ser. Creo que esta sea la relación que un artista posee con su obra, y con la realidad y la da a nosotros para que podamos vivirla en un modo similar, por lo que toda obra que recuerde un hecho humano, histórico, y que refleje las entrañas de la existencia misma, será para cada uno una respuesta, la promesa de algo que será positivo a la vida aun si se habla de un asesinato o una drama. Como decía Romano Guardini: “Atrás de cada obra de arte se encierra por así decirlo algo. Algo se levanta. No se sabe siquiera que sea, ni donde, pero en el más profundo se siente la promesa.”

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